'Olé'

A LA VEJEZ, viruelas. Me acuerdo de cuanto no he experimentado y me gustaría experimentar aun ahora. Y, sin embargo, leo sólo para corroborar lo anterior. La mediocridad que me rodea es la misma que pretendí destruir en mi adolescencia. Bendita sea la muerte: es la única esperanza de que la humanidad mejore. Pero no aprende; repite sus errores de generación en generación. Son inútiles la reflexión y la crítica. El ser humano está condenado a repetir: no hay otra vida más que esta, colmada de estupidez y de reiteración. La muerte, por sí misma, es la única salvación: se entra en la nada por fin. Lo más doloroso es ver, antes de ella, la sandez que ni siquiera aprende por el uso y el abuso. Qué desgana percibir la mediocridad congénita: lo único imperecedero, consustancial con lo humano. Murió Rampín. Murió Ariel... ¿O no? Mi perrillo Olé, con tres meses y ojos verdes, ha intentado montar a una perra en celo que le cuadriplicaba el tamaño. Mirándome a los ojos. Me pareció que me sonreía. Así somos y esos son nuestros triunfos. Los míos, por lo menos.